Para la próxima clase esta pendiente realizar en vídeo comentarios sobre la ponencia de la informática jurídica en el ordenamiento Jurídico Colombiano, mirar el link. http://www.ieid.org/congreso/ponencias/Vargas,%20Teresa.pdf
esta clase ha sido divertida, el Profesor nos hablo de sus viajes por Latinoamerica, es una motivación para realizar similares cosas...
JUAN CARLOS NIÑO
Este es un espacio para el pensamiento, para el disenso y el consenso, para la nueva critica, un espacio que se propone armonizar el estudio del Derecho y las Instituciones, con las lecturas multidisciplinarias de la realidad, desde el arte y la ciencia. Este es un espacio para atentar contra la anciana razón y construir nuevos horizontes del mundo de los derechos y de los pueblos.
martes, 31 de mayo de 2011
lunes, 30 de mayo de 2011
1991-2011: Veinte años de la Constitución
1991-2011: Veinte años de la Constitución | ![]() | ![]() | ![]() |
POLITICA Y GOBIERNO | |
Lunes, 16 de Mayo de 2011 01:03 | |
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Veinte años
Opinión |29 Mayo 2011 - 1:00 am

Veinte años
Por: William Ospina
CUARENTA Y CUATRO AÑOS DE HE-gemonía conservadora (1886-1930), seguidos por dieciséis años de república liberal (1930-1946), produjeron en Colombia los doce años de la guerra civil no declarada que se llamó la Violencia (1946-1958).
Es decir, la pretensión de los dirigentes conservadores, y de su alianza nefasta clerical y terrateniente, de ser los únicos dueños del destino de Colombia, contrariada por la pretensión de los gobiernos liberales de administrar el país con otra visión, produjo un enfrentamiento civil mucho más prolongado que la Guerra Civil Española.
Ese abrazo de sangre de los dos partidos tuvo una consecuencia más grave que los trescientos mil muertos de la Violencia: un pacto antidemocrático, el Frente Nacional, entre las dos fuerzas que habían ensangrentado al país, que cerró las puertas durante veinte años más (1958-1978) a toda iniciativa política distinta.
En resumen, cuarenta y cuatro años azules, más dieciséis años rojos, más doce años de violencia roja y azul, más veinte años de maridaje entre los dos colores suman noventa y dos años de bipartidismo violento, excluyente e irresponsable. En 1982, al cabo de esa escandalosa orgía antidemocrática, Colombia era un caldero de violencias cruzadas.
En muchas partes del mundo la llegada de la modernidad industrial arrojó violentamente a los campesinos a las ciudades para convertirlos en obreros de la industria naciente. En Colombia, algunos campesinos expulsados que se negaron a dejarse arrinconar en las barriadas urbanas descubrieron que había medio país desdeñado por los poderes políticos y se lanzaron a la guerra de guerrillas desde el comienzo mismo del pacto bipartidista. Sucesivamente otros sectores sociales minoritarios formaron sus propios ejércitos insurgentes y un sector de las clases medias, exasperado por el robo de las elecciones de 1970, formó el M-19, la guerrilla que más conmocionó al país en la década de los ochenta. Ésta se desmovilizó en el año 90, e hizo bien, porque es muy difícil que después de diez años de acción armada las guerrillas no se hundan en la mera criminalidad.
Pero la consecuencia más nefasta del bipartidismo no fue siquiera su proclividad a la exclusión política, sino su capacidad de exclusión económica, el cierre de las oportunidades de iniciativa incluso para las clases medias. En un país de privilegios y de influencias, donde los caminos legales eran el último recurso de los ciudadanos, donde la ilegalidad era casi un recurso de supervivencia, la exclusión económica precipitó a algunos sectores emprendedores de las clases medias al contrabando y al tráfico de drogas, y propició la formación de una gran multinacional de la droga y del crimen que desde entonces fue el motor y el combustible de todas las guerras, degradando a todos los bandos en pugna.
A partir de comienzos de los años ochenta Colombia era ingobernable: en la campaña electoral de finales de esa década, cuatro candidatos a la Presidencia fueron asesinados y en las ciudades las bombas de los narcotraficantes desvelaban a los despiertos y despertaban a los dormidos.
Sin duda es posible examinar las virtudes de la Constitución del 86, que gobernó a Colombia durante 105 años. Pero por las cuentas que acabo de repasar habría que decir que le debemos muchas más lágrimas que risas, y no fue su menor mancha el que quienes estaban encargados de respetarla y de hacerla respetar cancelaban su vigencia cada vez que una mecha se prendía. La lógica es implacable y cuando una constitución tiene que congelarse al menor problema, termina en el congelador y el congelador arrastrado por la avalancha.
Todo lo tenían tan trancado, que para convocar a la Constituyente del 91 hubo que violar la ley; pero ello fue como cuando hay que violar una cerradura para salvar a una doncella encerrada: nadie podría deplorarlo.
Allí comienza la tarea más difícil: discutir las virtudes y los defectos de la actual Constitución, que está cumpliendo veinte años: veinte años en que ni mucho menos podemos decir que el país haya resuelto sus problemas. A lo sumo diremos que nos ha permitido sobreaguar en estos años como una balsa de náufragos.
Dos análisis importantes acaban de aparecer sobre la Constitución del 91, el de Jorge Orlando Melo “Éxitos y debilidades de la Constitución del 91” y el de Hernando Gómez Buendía “Veinte años de la Constitución”, ambos publicados por la revista digital razonpublica.com, pero es de esperar que el debate sea cada vez más amplio y numeroso.
Sin duda los cambios que el país requiere exigirán nuevos cambios en la Constitución, y habrá quien diga que no se puede cambiar una carta porque apenas tiene veinte años, como hubo quien dijera que no se podía cambiar una porque ya había cumplido un siglo. Pero la pregunta central es qué tanto esa Constitución nos está ayudando a vivir en un país mejor.
Ese abrazo de sangre de los dos partidos tuvo una consecuencia más grave que los trescientos mil muertos de la Violencia: un pacto antidemocrático, el Frente Nacional, entre las dos fuerzas que habían ensangrentado al país, que cerró las puertas durante veinte años más (1958-1978) a toda iniciativa política distinta.
En resumen, cuarenta y cuatro años azules, más dieciséis años rojos, más doce años de violencia roja y azul, más veinte años de maridaje entre los dos colores suman noventa y dos años de bipartidismo violento, excluyente e irresponsable. En 1982, al cabo de esa escandalosa orgía antidemocrática, Colombia era un caldero de violencias cruzadas.
En muchas partes del mundo la llegada de la modernidad industrial arrojó violentamente a los campesinos a las ciudades para convertirlos en obreros de la industria naciente. En Colombia, algunos campesinos expulsados que se negaron a dejarse arrinconar en las barriadas urbanas descubrieron que había medio país desdeñado por los poderes políticos y se lanzaron a la guerra de guerrillas desde el comienzo mismo del pacto bipartidista. Sucesivamente otros sectores sociales minoritarios formaron sus propios ejércitos insurgentes y un sector de las clases medias, exasperado por el robo de las elecciones de 1970, formó el M-19, la guerrilla que más conmocionó al país en la década de los ochenta. Ésta se desmovilizó en el año 90, e hizo bien, porque es muy difícil que después de diez años de acción armada las guerrillas no se hundan en la mera criminalidad.
Pero la consecuencia más nefasta del bipartidismo no fue siquiera su proclividad a la exclusión política, sino su capacidad de exclusión económica, el cierre de las oportunidades de iniciativa incluso para las clases medias. En un país de privilegios y de influencias, donde los caminos legales eran el último recurso de los ciudadanos, donde la ilegalidad era casi un recurso de supervivencia, la exclusión económica precipitó a algunos sectores emprendedores de las clases medias al contrabando y al tráfico de drogas, y propició la formación de una gran multinacional de la droga y del crimen que desde entonces fue el motor y el combustible de todas las guerras, degradando a todos los bandos en pugna.
A partir de comienzos de los años ochenta Colombia era ingobernable: en la campaña electoral de finales de esa década, cuatro candidatos a la Presidencia fueron asesinados y en las ciudades las bombas de los narcotraficantes desvelaban a los despiertos y despertaban a los dormidos.
Sin duda es posible examinar las virtudes de la Constitución del 86, que gobernó a Colombia durante 105 años. Pero por las cuentas que acabo de repasar habría que decir que le debemos muchas más lágrimas que risas, y no fue su menor mancha el que quienes estaban encargados de respetarla y de hacerla respetar cancelaban su vigencia cada vez que una mecha se prendía. La lógica es implacable y cuando una constitución tiene que congelarse al menor problema, termina en el congelador y el congelador arrastrado por la avalancha.
Todo lo tenían tan trancado, que para convocar a la Constituyente del 91 hubo que violar la ley; pero ello fue como cuando hay que violar una cerradura para salvar a una doncella encerrada: nadie podría deplorarlo.
Allí comienza la tarea más difícil: discutir las virtudes y los defectos de la actual Constitución, que está cumpliendo veinte años: veinte años en que ni mucho menos podemos decir que el país haya resuelto sus problemas. A lo sumo diremos que nos ha permitido sobreaguar en estos años como una balsa de náufragos.
Dos análisis importantes acaban de aparecer sobre la Constitución del 91, el de Jorge Orlando Melo “Éxitos y debilidades de la Constitución del 91” y el de Hernando Gómez Buendía “Veinte años de la Constitución”, ambos publicados por la revista digital razonpublica.com, pero es de esperar que el debate sea cada vez más amplio y numeroso.
Sin duda los cambios que el país requiere exigirán nuevos cambios en la Constitución, y habrá quien diga que no se puede cambiar una carta porque apenas tiene veinte años, como hubo quien dijera que no se podía cambiar una porque ya había cumplido un siglo. Pero la pregunta central es qué tanto esa Constitución nos está ayudando a vivir en un país mejor.
lunes, 23 de mayo de 2011
Los Baby Teacher: Hijos del Neoliberalismo
Los Baby Teacher: Hijos del Neoliberalismo
Por Carlos Fajardo Fajardo*
Hijos del neoliberalismo –en realidad neoconservadores- han sido educados para obedecer, aceptar y aplicar las ordenanzas de un capitalismo mordaz. Alabar y no rechazar son sus slogans. Con tales actitudes aspiran a fortalecer los regímenes antes que a mostrar sus debilidades. Son los nuevos técnicos del pensamiento. Alfabetizados en las tecnologías, han hecho de éstas un tótem supremo desde las cuales creen conocer en profundidad el mundo, la realidad del mismo. Despolitizados, des-socializados, individualistas y tecnócratas, se estremecen ante la palabra confrontación. Seguidores del pensamiento utensiliar, son monaguillos que vuelven culto los reglamentos autoritarios de la educación. Son los baby teacher de las universidades: eficaces, eficientes, autómatas bilingües, “todo terreno”, choferes de las tecnologías. Gestionan sin queja la dictadura normativa de las llamadas investigaciones universitarias. Hijos del neoliberalismo, baby teacher de las instituciones.
En Colombia, existen grandes laboratorios que los producen en serie y se reproducen exponencialmente. Todos han egresado de universidades que les tocó sufrir el azote de la Ley 30, la cual no sólo impulsó una agresiva privatización, sino que las ahogó en su misma sustancia al obligarlas a llevar un plan acelerado de acreditación acorde a las exigencias del mercado global. Como consecuencia, se desmontaron currículos, se ajustaron los planes de estudio a nefastos objetivos y se desterró todo proyecto de una pedagogía crítica y renovadora.
En varios aspectos, los discursos doctrinales, religiosos, moralistas y políticos de esta primera década del siglo XXI, se asemejan a los de la llamada Regeneración de la República Conservadora impuesta en el país desde 1880 hasta 1930: servidumbre hacendaria y partidista, maniqueísmos religiosos y morales, conservadurismo, ideología imperial y papal, controles a la educación, censura camuflada, obstáculos a la modernidad crítico-creativa, centralismo intelectual, rechazo a la autonomía del intelectual disidente.
Todas las pocas conquistas de autonomía universitaria, docente, estudiantil, e intelectual lograda en los años sesenta hasta mediados de los ochenta, fueron diluyéndose y cambiándose por una adaptación servicial e integrada al “nuevo orden global”. La consolidación de la economía de mercado, del poder de los medios masivos de comunicación, de las tecnologías digitales, la urbanización e inmigración masiva, la privatización en serie y en serio, la banalización de la cultura, son algunos contextos sobre los cuales se desarrolló y se llevó a cabo el pensamiento neo-conservador de última hora. Como consecuencias observamos el paso de los intelectuales críticos a los baby teacher “todo terreno”, adaptados al son que les toquen.
Desde aproximadamente 1990 un cambio radical ha impactado en las estructuras universitarias. Todos sus estamentos han sido lentamente transformados. El neoliberalismo atrapó las libertades colectivas e individuales que todavía eran posibles en las instituciones tanto públicas como privadas. Así, los profesores, estudiantes e intelectuales entraron a un espacio de mayor control. Se impuso un lenguaje administrativo y ecónomo. Con ello se pasó de una activa reflexión a la sumisión de la gestión. Entonces, conceptos tales como, eficiencia, eficacia, competitividad, flexibilización, administración e insumos, entraron a formar parte del lenguaje en los ámbitos educativos. Como resultado tenemos un nuevo tipo de intelectual: el docente eficiente con lenguaje ecónomo. El denominado “relevo generacional”, es decir, jóvenes profesores que reemplazan a los viejos intelectuales de vanguardia crítica, y el nombramiento de economistas y de administradores en los mandos medios de dirección académica, garantizan las reformas curriculares acorde con las demandas neoliberales. Golpe bajo al trabajo crítico y humanista; ganancia para el trabajo administrativo. Burócratas contra intelectuales.
De manera que la Universidad se adapta a las exigencias del mercado edificando el llamado por algunos teóricos “capitalismo académico”: una “Universidad emprendedora”, lo que quiere decir subordinada a la mercantilización de sus componentes. El “capitalismo académico”, el cual ha sido impuesto como política central por los países de élite, asume la educación como industria, fábrica, como businnes university. La Universidad queda reducida a un bazar de servicios educativos y de bienes simbólicos y culturales, con clientes y accionistas (los estudiantes), con obreros y asalariados (los profesores), con productos (los resultados de las investigaciones, los saberes y conocimientos) y gerentes ecónomos, administradores (directivas). En este bazar universitario a los logros académicos de los profesores se les evalúa o controla de forma cuantitativa, es decir, por la cantidad de productos de investigación, de publicaciones, de cátedras, de participación en eventos. Al profesorado se le trata como a un insumo, un objeto consumible y consumidor. Las lógicas de la comercialización de la eficacia y de las competencias de rentabilidad dominan el territorio.
¿Dónde la autonomía crítica del docente intelectual? Los baby teacherdan la respuesta: son cosas del pasado dicen; peticiones de una historia muerta, enterrada. En su lenguaje dan un no a la memoria y un sí al “ahorismo” consumible, adaptado. La instrucción y formación de docentes que hacen de la tecnocracia algo plenipotenciario, o bien que asumen la modernización tecnológica, impuesta desde arriba, con preocupante ingenuidad, es una de las más grandes heridas en el corazón de la academia. Ante la reflexión se propone la gestión; frente al debate político y cultural se irrumpe con una relajación pragmática; contra una actitud de confrontación y diferencia, se establece una postura de adaptación, aceptación y confort académico. Es la “mercadización” de lo social, de lo educativo, donde triunfan las dinámicas de lo administrativo, del “gerencialismo”. De esta forma, la paranoia, la autocensura y el conformismo se reivindican en estos escenarios empresariales de hipervigilancia y control competitivo.
El ascenso del pensamiento neoconservador y de la globalización económica neoliberal ha contribuido a crear este tipo de docente universitario adaptado y adaptable. De modo que al joven docente le han otorgado un papel de legitimador político, cultural y moral de los regímenes hegemónicos. Atrás quedaron los tiempos del intelectual disidente, las posiciones libertarias. ¡Oh baby teacher, bienvenidos al futuro!
*Poeta, ensayista y catedrático colombiano
lunes, 11 de abril de 2011
La educación superior, un proyecto de nación

La educación superior, un proyecto de nación William Duica* |
POLITICA Y GOBIERNO | |
Lunes, 11 de Abril de 2011 02:58 | |
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La Vuelta del bobo
Opinión |10 Abr 2011 - 1:00 am

La vuelta del bobo
Por: Alfredo Molano Bravo
CONSIDERADA EN FRÍO, IMPARCIALmente, después de casi una década de guerra sin cuartel, la Seguridad Democrática ha sido un fracaso.
Quizá calculado, para seguir tirando la cuerda y sostener el conflicto en términos en que ni se desborda ni se termina. Basta mirar titulares de los últimos días. Las Farc y el Eln sostienen una brutal ofensiva en Arauca después de que los gobiernos habían dado por arrinconadas a estas fuerzas; en Cauca, la guerra parecería de posiciones: las Farc atacan, retroceden, vuelven a la ofensiva sin que nada se pueda definir, salvo una presión constante; en Putumayo, los atentados, los ataques a las Fuerzas Armadas son permanentes y tienen lugar en los mismos sitios en donde desde hace años se han dado; en Huila, como se ha visto, los golpes se dan en la capital misma y son sistemáticos y brutales; en Guaviare, las guerrillas andan en puertos y caseríos sin mayores atafagos; en Nariño, se juega al gato y al ratón, y lo mismo vi, con mis ojos, en el Pacífico. Me parece que si se traza una línea ideal –como alguna vez lo escribí– entre Cúcuta y Buenaventura, en el suroriente del país los enfrentamientos entre las guerrillas y la Fuerza Pública son cada día más frecuentes. Al norte de esa línea ideal, los paramilitares continúan siendo una poderosa fuerza, llamada ahora Bacrim.
El monopolio del aire le ha permitido al Gobierno golpes contundentes que ha usado en su favor. Las muertes de Reyes, Jojoy, Caballero y Acacio han afectado seriamente la imagen de que la alta comandancia era invulnerable. Bombardeos precisos y espectaculares. Pero bombardear una guerrilla no es asegurar una zona. Más en la medida en que la respuesta de la guerrilla ha sido minar territorios y corredores estratégicos que dificultan los movimientos del Ejército. Sin duda, bombas, inteligencia, recompensas, armas modernas y mayor preparación de una tropa mejor pagada, por supuesto, han dado un resultado visible: ya no hay retenes en las carreteras principales, ni toma de pueblos ni despliegues ofensivos. El Gobierno lo toma como una victoria cuando quizá no sea más que un cambio de estrategia obligado de la guerrilla ante realidades inocultables. No parece, por tanto, que las guerrillas estén arrinconadas. Las Farc afirman que en 2010 tuvieron unas 2.200 acciones militares; el comandante general de las FF.AA., Édgar Cely, afirmó que las Farc cuentan con 18.000 integrantes: 9.000 combatientes armados y 9.000 milicianos. Ante un ejército de 400.000 hombres bien armados, la subversión ha regresado a la guerra de guerrillas clásica.
Por el otro lado, la cosa es igual o más grave. Según las cifras oficiales, durante el mandato de Uribe se entregaron 32.000 paramilitares, pero, como se ha venido sabiendo, unos 15.000 fueron reclutados ad hoc para que entregaran unas armas que salieron de quién sabe dónde. Es muy posible que las estructuras militares fuertes no se hayan desmantelado, sino que continúen bajo otras denominaciones –Rastrojos, Águilas Negras, Urabeños, Confederados– como antes operaban con los nombres Héroes de Tolová, de Granada, Cacique Nutibara, Bloque Central Bolívar. Los paramilitares continúan en las mismas regiones y haciendo el mismo oficio: traficando cocaína, vendiendo seguridad en zonas rurales y áreas de minería concesionada, y contribuyendo al aseguramiento militar de algunos territorios. Lo nuevo es el control urbano que han adquirido en la mayoría de ciudades y pueblos mediante la extorsión al menudeo. Un fenómeno del que apenas se comienza a hablar. Pagan “seguridad” los pequeños y medianos negocios, transportadores, distribuidores, o simples residentes de un barrio. La Corporación Democracia, que devino en la siniestra Oficina de Envigado, tenía bajo su mando 4.500 desmovilizados trabajando en cobros, extorsiones, ejecuciones, desapariciones. La Policía Nacional acepta la existencia de 3.500 miembros de estos grupos en armas actuando en 150 municipios. La Silla Vacía habla de 6.000 en 300 municipios.
Por el otro lado, la cosa es igual o más grave. Según las cifras oficiales, durante el mandato de Uribe se entregaron 32.000 paramilitares, pero, como se ha venido sabiendo, unos 15.000 fueron reclutados ad hoc para que entregaran unas armas que salieron de quién sabe dónde. Es muy posible que las estructuras militares fuertes no se hayan desmantelado, sino que continúen bajo otras denominaciones –Rastrojos, Águilas Negras, Urabeños, Confederados– como antes operaban con los nombres Héroes de Tolová, de Granada, Cacique Nutibara, Bloque Central Bolívar. Los paramilitares continúan en las mismas regiones y haciendo el mismo oficio: traficando cocaína, vendiendo seguridad en zonas rurales y áreas de minería concesionada, y contribuyendo al aseguramiento militar de algunos territorios. Lo nuevo es el control urbano que han adquirido en la mayoría de ciudades y pueblos mediante la extorsión al menudeo. Un fenómeno del que apenas se comienza a hablar. Pagan “seguridad” los pequeños y medianos negocios, transportadores, distribuidores, o simples residentes de un barrio. La Corporación Democracia, que devino en la siniestra Oficina de Envigado, tenía bajo su mando 4.500 desmovilizados trabajando en cobros, extorsiones, ejecuciones, desapariciones. La Policía Nacional acepta la existencia de 3.500 miembros de estos grupos en armas actuando en 150 municipios. La Silla Vacía habla de 6.000 en 300 municipios.
Al final de cuentas hay que concluir que se dio la vuelta del bobo. El ministro de Hacienda declaró que entre 1980 y 2005 se gastaron, a precios de hoy, 140 billones de pesos, o sea 73.000 millones de dólares. Más o menos el presupuesto nacional de hoy. No encontré las cifras de esta fecha a 2008, pero en 2009 se gastaron 10.055 millones de dólares y en 2010 se gastaron 11.057 millones de dólares. En las tres últimas décadas, unos 120.000 millones de dólares. ¡Es lo que se llama equilibrio fiscal! ¿A quién beneficia este enorme sacrificio económico que hacemos? A los vendedores de armas, de botas, de raciones de campaña y, por supuesto, a los militares que, bien vistas las cosas, lo que saben hacer es administrar el conflicto armado. ¿Cuánto dinero del presupuesto militar es necesario y cuánto gastado en privilegios estamentales? Si a los militares condenados por asesinato que están en la cárcel de Tolemaida se les da el trato que la revista Semana denunció, ¿qué no se les dará a los demás uniformados?
jueves, 7 de abril de 2011
Ramas de la informática jurídica
una importante presentación de la evolución de la Informática Jurídica. cuando un tema de conocimiento se profundiza tiende a sistematizarse buscando resolver problemas cada vez mas particulares, he aquí tres ramas que actúan autonomamente pero con una relación de interdisciplinariedad esencial.
Ramas de la informática jurídica
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lunes, 14 de marzo de 2011
Remando contra la corriente |
Written by Harrinson Eduardo Castañeda Montero |
Saturday, 12 March 2011 19:52 |
Los pescadores artesanales del Centro del Huila están en la incertidumbre desde que el Gobierno Nacional otorgó la licencia ambiental a la multinacional Emgesa-Endesa para construir otra central hidroeléctrica represando Río Magdalena. Video documental de Harrinson Eduardo Castañeda Montero. |
El indefenso Por Daniel Coronell
Con tretas jurídicas están intentando que el subteniente Raúl Muñoz quede en libertad. Muñoz está imputado de la violación de dos niñas y del asesinato de una de ellas y de sus dos hermanitos. Los hechos sucedieron el año pasado en una vereda de Tame, Arauca. Los cargos de la Fiscalía señalan que el oficial del Ejército llegó hasta la casa campesina en la que vivían los niños y cometió el horrendo crimen.
Él no ha admitido el homicidio de los niños de 14, 9 y 6 años. En cambio, ha dicho que sí "tuvo relaciones" con la niña, pero alega que fue con su consentimiento. Lo mismo asegura de otra menor de la zona que denunció que también fue violada por el uniformado.
El Código Penal establece que no existe la figura del consentimiento cuando hay sexo entre un adulto y un niño. No puede haberlo, menos aún cuando el adulto ostenta autoridad.
Ninguno de estos hechos puede ser considerado un acto del servicio, sin embargo, la representación judicial del subteniente ha estado a cargo de la Defensoría Militar Integral (Demil), una entidad de cuya junta directiva hacen parte oficiales activos.
En los estatutos de Demil consta que en su junta estarán el jefe del Estado Mayor, el segundo comandante del Ejército, el inspector general y otros altos oficiales.
La Defensoría Militar Integral Demil, según un concepto oficial, es una entidad de carácter privado. (Ver concepto). Sin embargo, funciona en instalaciones oficiales. En Bogotá tiene oficinas en una edificación militar, la Escuela de Ingenieros, en la zona conocida popularmente como el Batallón Baraya. (Ver documento)
La curiosa simbiosis de esa 'entidad privada' con el Ejército ha llegado tan lejos que -por ejemplo- en los planos oficiales para la construcción de los juzgados penales militares de la Brigada 17 quedó establecido que una parte de la instalación será para Demil. (Ver plano)
Esto quiere decir, ni más ni menos, que con plata pública se financia parcialmente a esa entidad privada. Otros fondos de Demil vienen de los sueldos de los militares afiliados que firman una autorización para que les descuenten, 'por nómina', el 0,95 de su salario. (Ver formulario)
De ese mismo formulario hace parte una especie de contrato que determina las condiciones bajo las cuales Demil prestará el servicio de asistencia jurídica a un militar.
El documento excluye expresamente los "delitos sexuales". (Ver exclusiones)
A pesar de todo, la representación judicial del subteniente Raúl Muñoz ha estado a cargo de los abogados de Demil. Es decir, la defensa del presunto asesino de niños, y confeso violador, la vienen pagando los contribuyentes y miles de militares que autorizan el descuento de un porcentaje de su sueldo.
Esto por sí solo sería suficientemente grave, pero, además, la defensa de Muñoz ha usado como táctica la dilación buscando que salga a la calle por vencimiento de términos.
Desde su captura, en noviembre del año pasado, el subteniente Muñoz ha tenido cuatro abogados. Cuatro defensores en cinco meses. Cada vez que un nuevo apoderado se hace cargo del caso, el proceso sufre demoras por la supuesta necesidad de conocer los detalles.
Una de las últimas defensoras se llama Paola Milena Pinzón Padilla. Una joven abogada que en su Facebook cuenta su vinculación con Demil. En uno de los documentos del proceso, la doctora Pinzón dejó como dirección de notificación la del Batallón de Ingenieros XVIII de Tame, Arauca. Como suplente inscribió a la abogada Patricia Lucía Díaz.
El 23 de febrero pasado, en plena audiencia preparatoria del juicio, Paola Milena sorpresivamente renunció a la defensa. Al día siguiente, el caso fue asumido por Patricia Lucía, quien pidió el vencimiento de términos y la consecuente libertad del subteniente Muñoz. Segundos después, y siguiendo el ejemplo de sus antecesores, renunció al caso y provocó así un nuevo aplazamiento.
La juez no aceptó el vencimiento, señaló que las demoras son solo atribuibles a la defensa y pidió que la Judicatura investigue a las abogadas y el papel de Demil en todo esto. (Audio)
¿Por qué los colombianos y los militares honestos (que son la mayoría) tienen que pagar por la defensa tramposa del subteniente Muñoz?
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