jueves, 17 de febrero de 2011

ENSAYO: UNA COLOMBIA GENIAL PERO DISPERSA



UNA COLOMBIA GENIAL PERO DISPERSA
Juan Carlos Niño




Ser genial.



Los colombianos somos geniales por antonomasia, es decir: somos los que somos por haber nacido en el “nuevo mundo”. Nuevo en el sentido que aun no se ha descubierto por completo; ese mundo que no perdió su esencia mística y milenaria, que se resiste inexorable al olvido; que no sucumbe a la razón occidental. La genialidad es la suma histórica y congénita de razas, pueblos e idiomas, la quintaesencia religiosa, científica y económica del “mundo europeo”, la milenaria melancolía de los pueblos negros del África, y la mágica realidad de los nativos.


La genialidad antecede a la locura, a una especie de libertad sublimada, a una forma de pensar de otra forma; nuestra genialidad se halla en haber sido el sueño de una época, la fuente de los secretos de la vida y la naturaleza, podemos enunciar a nuestros personajes criollos como Bolívar o José Antonio Galán, no sin antes decir que nuestra propia autenticidad es el refinamiento practico de los que otros pensaban en Europa. Solo basta hacer reminiscencia del proyecto político de la gran Colombia y las extraordinarias batallas que inspiraron y condujeron a su liberación de la monarquía Española.


Esta genialidad que se nos presenta de manera congénita, ha sido forjada en el miedo, en la evasión a un infierno impuesto por los otros, un infierno que no es el nuestro, sufrimiento y suplicios que han marcado un profundo rencor hacia lo que somos y un odio a recordar nuestro pasado. Pero también es la esencia misma que impetra el ímpetu libertario latente, que todos sentimos y poseemos por ser los hijos del nuevo mundo.


Ser disperso.


América está dispersa en las innumerables malas copias del extranjero, su inteligencia se enfrenta y se rinde a la santísima trinidad del mundo moderno –la economía inglesa, la metafísica y poesía alemana, y las ideas demócratas y sociológicas francesas- y en sus mezquinos intereses que son el reflejo de una mala ética puritana.


Esa dispersión de los colombianos es la causa de su incapacidad para pensar por sí mismos, de reconocerse en su grandeza y la de su entorno, y es a la vez la consecuencia de siempre querer ser los otros, escapar de su realidad o inventar una similar esta vez, mediocre y sin fundamento.


Lo fugaz de los sueños y la vacuidad de sus intereses hace complejo el intento necesario de construir una identidad que lleve necesariamente a una unidad como nación, como colombianos; por el contrario nuestra pluralidad, no reconoce al igual a sí mismo, es sectaria y dogmatica y se ha constituido en las más variadas formas que sustentan identidades particulares que pretenden totalizar imponiendo sus símbolos y sus discursos como elementos insoslayables de una unidad nacional que no nos pertenece y a la cual nos vemos obligados a obedecer.


Este continuo sometimiento es la causa de la peligrosidad de nuestro espíritu, que siendo plural en todos los sentidos, siempre ha querido negarse en la totalidad del otro, de ahí que ha sido la resistencia que presenta el elemento constante y verificable, basta solo con decir, que mientras muchos pueblos indígenas sucumbieron ante los conquistadores y terminaron capitulándose a sí mismo como esclavos, en Colombia la luchas que se extienden por un periodo que abarca casi los 500 años, los nativos nunca se rindieron a la fuerza y a la esclavitud. La presencia de negros en las zonas de explotación minera es la muestra clara de la necesidad de traer mano de obra de otra parte, porque los nativos jamás quisieron rendirse ante los suplicios de los españoles. Su proceso de inclusión en la cosmovisión europea fue un proceso más doloroso, como fue el de asesinar su pasado y sus creencias.


La locura.


La locura mestiza y criolla, se resiste a ser apabullada como cuando Murillo en Cartagena, y espanta el tedio de la cultura española y europea, mientras la aleja vertiginosa y felizmente de la escolástica medieval y se constituye como una negación al plano cartesiano. Colombia es otra realidad, y merece ser tratada como igual, esto implica que debe pensarse como es, es decir, de apropiarse no solo de sí mismo como colombianos, si no de los medios que nos rodean, en la búsqueda de una solida unidad nacional, que solo es posible con la fuerza de un gobierno firme, un gobierno que debe ser la suma de colombianos auto-gobernados a sí mismos, un gobierno único que somos todos.

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